tomar café en sao paulo. comer en diadema en lugarcitos tan demasiado limpios que parecen nuevos después de veinte años desde la inauguración. escuchar la radio sólo música en português y de vez en cuando enojarse por no encontrar emisoras que toquen en inglés. brasil de repente me parece un anexo de cuba, pero no, pasa que son patriotas y los gringos les dan lo mismo. tienen su propio hollywood y no se estresan pensando todo el día en el norte. algo así era lo que me tenía reclamando todos los días cuando volví a chile. da lástima que este país, de verdad sea una colonia de usa, pero sin gringos. acá no hay más que copias de todo lo que existe en norteamérica, hay que ser ciego y sordo para no darse cuenta. por qué no le copiamos a algún país decente, desarrollado no sólo en dólares si no que en cultura, en buenas costumbres.
postres por kilo. hablar sin marcar la erre. sonreír todo el tiempo para no despreciar la sonrisa de los brasileños, que nunca se acaba. dar dos besos al saludar, recibir los condones que regalan en época de carnaval.
me molesta sólo porque adoro chile, no quiero tener cultura estadounidense, si le voy a copiar a alguien, prefiero una dinamarca, una alemania, ser trabajadora como judía, inteligente como japonesa, educada como canadiense, alegre y simpática como brasileña. pero no, tengo que encender la tv y ver copias huachacas de farándula mediocre chilena, realities más fomes que pan en tu camino, novelas basadas en películas norteamericanas con actores que se representan a sí mismos en todos los papeles pero con distinto peinado. y de repente un espacio para un chilenito optimista.
pero ya no me enojo, me basta con saber que hay más, y me limito a sentir pena por lo que le entregan a los chilenos, y que ellos se lo comen.
helado por kilo, niños hablando gracioso, gente de todos colores. aire caliente, lluvia, olor a bronceador.